07 septiembre 2009

Víctor

Durante el verano que nos llevó de quinto a sexto de básica Víctor se transformó. No sólo se convirtió en el único niño del curso cuyos padres estaban separados sino que pasó de ser un relamido, remilgado y gafotas empollón, a una especie de John Rambo, sin ametralladora pero con todos y cada uno de los músculos de aquel. Sustituyó las gafas por unas lentillas, el chándal azul marino con rayas blancas en los laterales, por camisetas y vaqueros tan negros como ceñidos, y los libros por una desmesurada afición a dibujar ojos voladores allá donde conseguía que su boli marcara con regularidad. El asombro por un cambio tan radical no nos dejaba reírnos de Víctor como habíamos hecho hasta entonces . En todo caso un día, durante el recreo y tras haberlo anunciado con carteles por todo el cole, Víctor se plantó en el patio y se quedó boca abajo, en equilibrio, haciendo el pino. Y así comenzó a andar por la línea lateral del campo de fútbol, sobre sus manos, un paso tras otro. Algunos rieron, otros sonrieron y unos pocos jalearon el intento. Víctor intentaba recorrer de esa manera el perímetro completo del campo de fútbol, tal y como había anunciado en su propaganda. Debió de lograrlo porque no recuerdo muchas risas con Víctor como objeto desde aquel recreo.

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