16 diciembre 2010

El hatillo (Crítica literaria)

Hace unas semanas me encontré con esta sorpresa: un profesor de el Taller Literario de Salinas (Asturias), utilizó mi microrrelato "El hatillo" como ejemplo de una crítica literaria. Espero que resultara útil a sus alumnos; para mí ha sido todo un regalo.
Pego el post completo a partir de esta línea.




Este es un ejemplo de crítica literaria realizada para el taller de creación de Salinas (Asturias). http://tallerliterariosalinas.blogia.com/
El relato está firmado por Jesús Esnaola http://frankensteinsupongo.blogspot.com/ y fue descubierto en la revista literaria online "Narrativas" http://www.revistanarrativas.com/


"El Hatillo"


Aquella misma noche, tras escuchar la decisión de Marta, subí a la azotea de casa con el fusil de precisión que usaba cuando iba de caza mayor. Saqué los prismáticos y miré con ellos alrededor de todo el edificio, intentando descifrar cuál sería la ruta más probable.
Hasta el amanecer no las oí acercarse. Venían dos juntas. Aguardé a que se separaran. Todo se complicaría mucho si no lo hacían. Tras unos segundos de tensión, una de ellas viró hacia el sur mientras que la otra siguió directa hacia mí. Cargué el fusil. Coloqué la rodilla derecha en el suelo y encajé bien la culata en mi hombro. Un disparo. Tal vez no me diera tiempo de hacer dos.
Apareció su cabeza en la mira telescópica. Contuve la respiración y mi dedo índice apretó suave el gatillo. La cabeza de la cigüeña reventó y el hatillo que llevaba en el pico con mi hijo, con nuestro hijo dentro, se precipitó al vacío. Cuando estaba a mitad de camino del suelo, desapareció como la pólvora de un fuego artificial pero sin luz, sin ruido.


Este texto presenta una estructura clásica, aunque condensada, de presentación, nudo y desenlace. El nudo es el que asume el peso de la narración, como es habitual, aunque es en el desenlace donde llega la culminación dramática. Y es que es en la tensión dramática, en su medida progresión, donde se encuentra uno de los puntos más destacables del relato. ¿Cómo la consigue? De manera muy sencilla, pero a la vez, muy eficiente: a través de una pormenorizada descripción del proceso del disparo y su previa subida a la azotea.


Es gracias a ello como consigue llamar nuestra atención. Sabemos que el personaje ha subido a la azotea y se prepara a disparar algo, aunque aún no sabemos el qué. El autor nos lleva por donde quiere, ponemos atención en ese fusil y nos olvidamos de la frase inicial y clave descifradora del mensaje del relato: “…tras escuchar la decisión de Marta”. El autor controla los tiempos, juega con el lector. Sabe que aunque pongamos toda nuestra atención en el disparo, luego tendremos que volver atrás. Volver a “la decisión de Marta”. Sin esa descripción, sin esa (falsa) tensión en torno al disparo, llegaríamos demasiado pronto a “la cigüeña”, y vislumbraríamos antes de tiempo el mensaje del relato. “Nunca hay que satisfacer la curiosidad del lector”, como dice André Neuman, o al menos, no satisfacerla demasiado pronto.


En relación a la descripción de la subida y disparo desde la azotea utiliza también un par de recursos para lograr el objetivo de verosimilitud, que nos creamos realmente que ese señor sube a disparar, y no se tratar de una “metáfora”. Dice: “subí a la azotea con el fusil de precisión que utilizaba en caza mayor”… y además: “saqué unos prismáticos”. Para completar el engaño, el autor se refiere a elementos utilizados en la caza, con lo que nosotros no tenemos ninguna duda: “ese tío quiere dispararle a algo”.


Otro punto en el que destaca el relato es la utilización de detalles que avanzan el mensaje sin aclararlo completamente. Son pistas que, hábilmente dispuestas, nos indican el camino hacia ese mensaje del texto. Me refiero especialmente a “la decisión de Marta” y también a las referencias previas a las cigüeñas, antes de nombrarla directamente. Son además, estos detalles, lo que permiten una relectura del texto, tras descubrir su significado. De esta manera, el autor no se queda sólo en el descubrimiento del significado, si no que, además, nos permite una relectura de su relato enriqueciendo el mensaje del mismo.


Y es en ese descubrimiento del significado del relato, donde se halla el punto culminante de la progresión dramática. El momento en el que “revienta la cabeza de la cigüeña” y aparece “el hatillo”, donde el lector comprende el mensaje. Por lo tanto, el autor condensa en el mismo punto, el momento culminante de la acción, el momento de mayor tensión dramática, con la exposición del significado. Por ello, el desarrollo del microrrelato es óptimo. Nuestro interés por la acción aumenta a medida que avanza la trama, deseosos que nos aclare “a quién quiere disparar ese señor”. Y en el momento que nos dice quien recibe la bala, descubrimos el mensaje y el engaño.


Una vez conocido el significado del texto, el lector puede saborearlo y reflexionar. Y aquí es donde se encuentra una de las que, para mí, es clave fundamental de este género: la historia oculta que subyace tras lo evidente. El relato habla de disparos, de azoteas, de hatillos y cigüeñas. Pero nos sugiere mucho más. Y es ahí donde entra la libre interpretación del lector, donde debe intervenir su imaginación y su intelecto, donde entra en juego el llamado “lector creativo”. Muchas veces he hablado de que soy partidario de un lector no pasivo, que sea parte activa de lo que lee. En este sentido, creo que un buen relato o microrrelato debe ser completado por el lector. Es él el que lo cierra, el que pone el último punto. El que lo asume, lo hace suyo, lo vive y lo incorpora a su corpus intelectual y emocional. O no. Un buen texto puede no cumplir este punto, porque a pesar de ser correcto o incluso una obra maestra, “no nos llega”. Esto puede suceder, y lo ideal es ser capaces de escribir sobre temas que “lleguen” y sean comprendidos por todos, pero lógicamente, es complicado. Y es complicado porque penetrar en el alma de todos “nuestros lectores” para dar un vuelco a sus emociones y espolear su intelecto exige, no sólo una enorme capacidad literaria, si no un gran conocimiento del ser humano.


Algo más concreto, y en referencia al relato que nos ocupa, es evidente que hay una historia que subyace tras lo evidente. Habla sobre el aborto. Con pocas palabras y de manera alusiva, se refiere a ese espinoso tema. Y permite todo tipo de especulaciones sobre la historia que vivieron esos dos personajes. Dentro del ámbito del microrrelato este punto es crucial. Hablamos de historias mínimas, pero historias al fin y al cabo. Y en “El hatillo” hay una gran historia. Seguramente, permitiría la creación de un relato mucho mayor e incluso una novela. Normalmente suele ser una buena señal que un relato hiperbreve sea capaz de esto.


Además trata, como dije, un tema espinoso, pero metaforizado. En torno a la “cigüeña” se fragua una historia que acude al acervo cultural común: (el asunto de las cigüeñas y los bebés). Con ello logra, de manera sutil e inteligente, evitar cualquier tipo de tópico al referirse a un tema tan candente como este. El autor logra “meterse en el barro” del aborto y salir “limpio como una patena”. El autor no pretende moralizar, aunque el conflicto subyacente de los personajes tenga un enorme componente moral. Sin embargo, este solamente esta sugerido y creo, de manera acertada, enfoca toda la historia hacia la metáfora de la cigüeña evitando incidir en el conflicto moral de los personajes, al que quizás sólo se refiere en el momento de “la decisión de Marta” y cuando escribe sobre “el hatillo que llevaba en el pico a mi hijo, a nuestro hijo dentro”.


Esta última frase puede suscitar opiniones contrapuestas. Quizás podría eliminarse. No hacer referencia al hijo. El significado del relato permanecería menos evidente, pero se ganaría sutileza. Sería más propio del “lector creativo” del que hablo más arriba. No obstante, la brutalidad de la frase, y el hecho de hacer hincapié repitiendo dos veces “hijo”, aumenta la profundidad del mensaje y nos sugiere ese “conflicto moral” que tienen los personajes.


Otro tema al que me refiero insistentemente es el del título. En este caso cumple las exigencias de los “expertos” en la materia. Es breve, vago, pero tiene gran carga significativa. ¿Se podría titular “La decisión de Marta”? Tal vez, pero esa frase perdería la fuerza que tiene en el desarrollo de la trama. ¿Y la cigüeña? ¡Nunca! Se arruinaría la progresión dramática que se consigue con el disparo.


Ya hemos hablado del desenlace. Pero, ¿y la última frase? Actúa un poco como el anticlímax en el cine. Después del clímax del disparo, y de desentrañar el significado oculto, esa frase nos conduce sigilosamente hacia el final del relato. Tal vez no sea igual de afortunada que el resto. Pero vuelve a sugerir mucho más de lo que dice con esa “pólvora que desaparece sin luz y sin ruido.” Y además nos aclara que estábamos ante un engaño, ante un suceso fantástico, al describir como el “hatillo desaparece a mitad de camino”.


Otros elementos, como el vocabulario utilizado, no son claves en el desarrollo del relato. Lo utiliza sin alardes, de manera justa. El autor pone mucho más énfasis en otros recursos, especialmente en los recursos narrativos. Y si nuestra intención en nuestras creaciones es ir por este camino, nuestro vocabulario deberá no estorbar. Es decir, si nuestra intención es incidir en la tensión dramática y en la metáfora, no distraigamos al lector con alardes innecesarios que detendrán al lector, en vez de facilitarle, como debe ser, la transición por el camino que nosotros mismos hemos marcado para él.


En relación a esto, algo que se me había quedado un poco en el tintero es el ritmo. No hay ninguna obligación de escribir frases cortas en los microrrelatos. Depende de lo que busquemos. En este caso, el autor encadena una serie de frases cortas para lograr un ritmo acelerado que ayude a la progresión dramática: “Hasta el amanecer no las oí acercarse. Venían dos juntas. Aguardé a que se separaran. Todo se complicaría mucho si no lo hacía (…) Cargué el fusil.(…) Un disparo”. Este recurso me recuerda también al lenguaje cinematográfico moderno, que en ocasiones encadena tomas de muy corta duración, generalmente de pequeños detalles, para ganar ritmo.


Un microrrelato debe ser narrativo, conciso y breve. En eso habíamos quedado ¿no? Este cumple la normativa ISO- 9000. Y en relación a los personajes, la descripción es mínima porque no necesita más. No hay descripción física y sólo un nombre: “Marta”. El no concretar estos detalles permite conseguir mayor universalidad en el mensaje (le podría pasar a cualquiera), además de no perder ritmo narrativo.


Y la voz narrativa en primera persona, también colabora en la verosimilitud de la narración y la empatía generada en el lector.


Bueno, y en definitiva, por todo lo anteriormente expuesto es por lo que me gusta este microrrelato.

08 diciembre 2010

Suyo afectísimo

Recuerda a Papá que baje la tapa de la urna, le pido a Mary Jane mientras una mano enorme la saca de mi lado. Sigo al gato con la mirada. Me quedo sentado sobre la cama ensangrentada de Mary Jane, que a lo mejor me he pasado y la he abierto demasiado, aunque no lo creo, no más que a las otras, y ahora recuerdo, y llamo a Papá, cómo quieres que lo llame, ya estaba aquí cuando llegué, y le digo que no busque más el corazón de Mary, que lo tengo yo, y el gato que no deja de observarme.

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