Las
mujeres de los pescadores se sientan en el muelle, al borde del agua,
y reparan los agujeros de las redes de sus maridos para que, al
atardecer, puedan salir de nuevo a faenar y haya comida un día más
sobre la mesa. En ciertas intersecciones, cuidadosamente elegidas,
sustituyen el cáñamo por algunos de sus propios cabellos que se
arrancan de un tirón seco mientras entonan melodías tristes y
oscuras. Con esta sencilla ceremonia protegen a los hombres del
embrujo al lograr que las sirenas que quedan atrapadas en la red,
junto a centenares de sardinas, mueran decapitadas.
31 diciembre 2013
30 diciembre 2013
Kind of black
Publicado por
Jesus Esnaola
Desgrana
la melodía mientras deambula por el escenario apuntando la trompeta
hacia la tarima, como lo haría un zahorí con su vara en busca de
agua. Se detiene en un lugar concreto y comienza dibujar la
improvisación, una filigrana de escalas, arpegios y acordes donde la
disonancia trabaja por la coherencia. De espaldas al auditorio, la
trompeta comienza a generar un remolino que perfora el suelo y atrae
al público reunido en la sala, lo succiona como un agujero negro que
ni siquiera deja que escapen la luz y el tiempo. Después, durante el
solo de contrabajo, las manecillas de los relojes vuelven a moverse y
todo parece un mal sueño.
Por
si acaso, antes de que retome el tema melódico central, todos huyen
despavoridos sin darse cuenta de que ya no hay ningún lugar a dónde
ir.
27 diciembre 2013
Tradiciones
Publicado por
Jesus Esnaola
Tras
los rezos del domingo todos acuden a la verja que delimita la mansión
de los Fuerte, en la salida sur de Olvido. Y cuando digo todos, digo
todos: musulmanes, judíos, mormones y toda la variopinta gama de
cristianos se agolpan en la verja para ver el almuerzo dominical de
los Fuerte, del señor y la señora Fuerte y los dos pequeños y el
perro y el servicio que los atiende. Ellos almuerzan como si ni
vieran a los olvidados, da la sensación de que representan
una función, se diría que todo aquel lujo y ostentación carecen
por completo de significado para ellos y tan sólo actúan para los
del pueblo. Y los olvidados observan en silencio, atentos,
respetuosos, paralizados por un recuerdo reprimido en lo más
recóndito. Sólo los más viejos muestran cierta inquietud y temen
casi tanto como desean, que alguien entre en los terrenos de los
Fuerte. Y esto es así, sobre todo, porque aún recuerdan lo que la
mayoría conoce sólo como un cuento que prefiere no creer. Recuerdan
el día que Luisito, el de los Argañán, entró en el jardín a
coger la pelota que se les había ido a los niños Fuerte junto a la
verja. Recuerdan la mirada que los pequeños Fuerte clavaron en
Luisito y el paso decidido con el que comenzaron a caminar hacia él.
Recuerdan la sonrisa perversa, los aullidos, la carrera animal, la
caza de Luisito por la espalda mientras éste intentaba saltar al
otro lado de la verja, los mordiscos en el cuello, en la cara, en el
pecho, en el vientre; recuerdan la sangre, la piel arrancada;
recuerdan el silencio, el horror mudo, el cielo rojo.
Recuerdan,
no sin cierta vergüenza, un cosquilleo placentero.
26 diciembre 2013
Bosque de tubos de metal
Publicado por
Jesus Esnaola
Durante
el recreo, los niños juegan en la estructura metálica que hay en el
centro del patio. Todos ellos lo hacen. Y obedecen las órdenes de
don Braulio de no jugar a otra cosa que no sea vagar por el interior
de la estructura metálica, una malla de cubos que lejos de ser
infinita no tarda más que unos minutos en convertirse en una prisión
de la que no es posible escapar. Al menos así le gusta verla a don
Braulio. Como una cárcel en la que tiene controlados a todos los
pequeños que, a veces, se acercan al perímetro de la estructura, a
veces asoman la cabeza, pero sólo hasta que su mirada se encuentra
con la de don Braulio y vuelven al interior de la estructura, a
trepar y a descender, a permanecer en el encierro, a ver como propios
los ojos asustados de sus compañeros de juegos.
24 diciembre 2013
Soledad
Publicado por
Jesus Esnaola
Se
alegró cuando supo que nadie se había dado cuenta de su muerte; en
realidad, nada había cambiado.
23 diciembre 2013
Cultura
Publicado por
Jesus Esnaola
Eran
legendarias las tertulias del café Arte. Brillantes, apasionadas,
crueles, violentas. No pocas veces los críticos literarios Baena y
Quincoces, organizadores de las veladas, terminaban a puñetazo
limpio acompañados por una cohorte de admiradores que casi nunca
mostraba verdadero interés más que en la trifulca del final. El
pueblo estaba dividido en dos: los baenianos y los quincoceros.
Hasta la prohibición.
Aquella tarde de agosto el café
Arte estaba repleto, nadie quería perderse la tertulia crítica del
último libro de Pedreño, autor que exacerbaba aún más las
diferencias entre Baena y Quincoces. El calor era tremendo, sólo
cabía intentar olvidarse de él bebiendo mucho más de lo que podría
considerarse prudente, y la disputa se salió de madre. Tras la
pasión, la brillantez, la crueldad y la violencia (pugilística)
habituales, alguien sacó un revólver (argumento de peso, qué duda
cabe) y después vinieron las navajas, los cayaos y las más
que socorridas botellas rotas, con lo que las mesas de mármol y las
baldosas arlequinadas del café Arte acabaron cubiertas de sangre,
intestinos y algún resto de masa encefálica. Después de aquello,
el alcalde de Olvido, baeniano convencido por más que quisiera
aparentar neutralidad, prohibió las tertulias; aunque, no os
engañéis, sólo fue una decisión estética. Con los dos grandes
críticos de Olvido muertos y enterrados no había riesgo de que
volvieran a sucederse altercados en el café Arte; ni siquiera
tertulias. Y es que en Olvido, excepción hecha de Baena y Quincoces,
nunca nadie leyó un libro.
20 diciembre 2013
Terror
Publicado por
Jesus Esnaola
Los
filtradores han extraído esta mañana a dos senken que
viajaban en el mismo vagón que yo. No me he dado cuenta de lo que
ocurría hasta que los senken han comenzado a gritar y
patalear; los agentes de filtro prefieren la discreción siempre que
es posible, pero esta vez no han podido evitar llamar la atención.
Después, con sólo el traqueteo de fondo, los pasajeros hemos podido
ver el terror en nuestros rostros; habíamos viajado con dos senken
sin saberlo, sin siquiera haber notado qué los diferencia de
nosotros.
19 diciembre 2013
Esperando
Publicado por
Jesus Esnaola
Una
tarde llegaron en bandada y se posaron sobre los cables eléctricos
que unen las farolas del depósito de coches. Cada tarde desde hace
semanas.
Los
primeros días mantuve mi rutina como si no estuvieran. Me sentía
observado aunque, si he de ser sincero, no era fácil estar seguro de
hacia dónde dirigían sus miradas. La negrura de sus cuerpos
difuminaba sus rasgos y tan sólo cuando conseguía verlos de perfil
podía intentar adivinar qué era lo que atraía su atención. No
encontraba explicación racional a su presencia en el depósito y sus
intenciones eran igualmente impenetrables. Mi única certeza era que,
fueran lo que fueran, no los veía nadie más que yo. Ni mis
compañeros, que me escucharon incrédulos, ni los gruístas que
venían de vez en cuando a traer o llevarse algún coche habían
visto nada como lo que yo les describía.
No
tardé mucho en dejar de hacer las rondas. Comenzó a invadirme una
oscuridad como la que ellos traían consigo cada tarde. Me quedaba
mirándolos desde la ventana en un estado melancólico que se había
adueñado de cada uno de mis movimientos. Y los observaba como si
fueran lo único que existiera, sin poder evitarlo.
Anochece
y con el anochecer desaparecen. Y la negrura se va con ellos. Hoy,
sin embargo, hay algo diferente. Da la sensación de que algo se ha
quedado en el depósito. La luz de las farolas, que acaban de
encenderse, es tenue y está orientada hacia el suelo lo que deja en
penumbra los cables y, delante de la garita, a veces, sólo a veces,
según el ángulo desde el que miro, tengo la horrible sensación de
que uno de ellos se ha quedado conmigo.
18 diciembre 2013
Cambio climático
Publicado por
Jesus Esnaola
Interrumpen
las fiestas el miércoles de carrera, como ellos lo llaman, para
acercarse al bosque que limita al pueblo por el este. Se quedan
observándolo para decidir hacia dónde se mueve. Si llegan a la
conclusión de que el bosque se aproxima al pueblo, se alegran y
después van a celebrarlo. Si, por el contrario, el bosque ha
iniciado una lenta pero decidida retirada, los del pueblo se lamentan
y van a beber, esta vez para olvidar su tristeza. Y, por la noche,
hay disturbios. Sea cual sea la actitud del bosque que algunos ven
quieto, donde siempre.
05 diciembre 2013
En Quimera
Publicado por
Jesus Esnaola
Ya ha salido el número 361, doble, de la revista Quimera. En la sección "Los buscadores de perlas", dedicada a la publicación de microrrelatos inéditos, podréis encontrar ocho textos míos. Y si yo no soy suficiente reclamo, os diré que la revista no tiene desperdicio.
Aquí, el sumario.
Aquí, el sumario.
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